El Amante de Marguerite Duras

Portada de El amante (Fábula)
Cuarenta y un años después de publicar su primera novela, Marguerite Duras se convierte de la noche a la mañana, con El amante, en una autora solicitada por todos los públicos. Y, además, recibe poco después, en noviembre de 1984, el prestigioso Premio Goncourt. A todos emociona sin duda esta narración autobiográfica en la que la autora expresa, con la intensidad del deseo, esa historia de amor entre una adolescente de quince años y un rico comerciante chino de veintiséis.
Esa jovencita bellísima, pero pobre, que vive en Indochina, no es otra que la propia escritora quien, hoy, recuerda las relaciones apasionadas, de intensos amor y odio, que desgarraron a su familia y, de pronto, grabaron prematuramente en su rostro los implacables surcos de la madurez. Pocas personas -y en particular mujeres- permaneceran inmunes a la contagiosa pasión que emana de este libro.
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La autora

Nació en la Indochina francesa en 1914 y murió en París en 1996. En 1932 se trasladó a París, donde estudió derecho, matemáticas y ciencias políticas. En 1943 publicó su primera obra, La impudicia, a la que seguirían más de veinte novelas, guiones cinematográficos y textos dramáticos.(...) Tras una profunda crisis, marcada por el alcoholismo, escribió tres obras maestras: El hombre sentado en el pasillo, El mal de la muerte y El amante, célebre novela que inspiró una película homónima de Jean-Jacques Annaud. A ellas se suma un ensayo sobre la experiencia de la escritura, Escribir. (...)
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Comentarios

  1. La presencia física de los ríos, los montes, los desiertos han fomentado la creatividad literaria, y son ecosistemas que poseen su propia narrativa. Pensemos en aquella novela, “El país del agua”, del escritor inglés Graham Swift, donde las tierras pantanosas eran el alma de la narración, o la vastedad del desierto helado en “Colmillo Blanco” de Jack London, o el desierto pedregoso, yermo, de la novela de Dino Buzatti, en “ El desierto de los tártaros”. Espacios grandiosos que dejan al hombre en la más absoluta indefensión, como una motita pequeña en la más inmensa soledad, como el famoso “Caminante ante un mar de niebla” del pintor romántico Caspar David Friederich.
    Aquí, en la novela que nos ocupa, es el río Mekong el protagonista, todo fluye como el río, el deseo, el miedo, la vergüenza, la sensualidad…(pág. 32)..”todo es arrastrado por la tempestad profunda y vertiginosa de la corriente interior, todo queda en suspenso..”
    Sí, sí me ha gustado mucho y he quedado fascinada con este relato de ficción. Por la forma literaria de la escritura, tan poética; por la forma de tratar el tiempo narrativo (ahora en París, ahora en la Indochina colonial); por la constante presencia física del clima tropical, y a pesar de todo, por ese amor incondicional a la figura de la madre..(pág 104).”A veces, en Vinhcong, íbamos al campo a ver la noche de la estación seca. Tuve esa suerte, la de esas noches, la de esa madre. La luz caía del cielo en cataratas de pura transparencia, en trompas de silencio y de quietud. El aire era azul se cogía de la mano…”

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