Doña Inés mantiene una rara y extraordinaria coherencia. En primer lugar, comprende el argumento de varias historias: es una deliciosa novela rosa, en la mejor tradición del género; es la historia de un beso que perturba y conmueve a toda una respetable ciudad provinciana; es un relato ejemplar en el cual la protagonista renuncia al amor del hombre que ama en beneficio de una amiga pobre, hace donación de una parte de sus riquezas entre amigos y servidores y, finalmente, consagra el resto de su vida al ejercicio de la caridad, fundando un orfanato en tierras lejanas (República Argentina).
© Castalia



La crítica


"La tragedia del tiempo que late en las obras de Azorín y la particular manera cómo el autor sabe plantearla y resolverla, les da un carácter de perenne actualidad." A Comas (Critica de libros)

"Azorín, pilar del 98, hoy solo brilla en el ensayo y la literatura de viajes. Pero sus novelas certifican el vanguardismo de quien supo moverse en la metaficción". José María Pozuelo Yvancos  (ABC)

"Las novelas de Azorín describen ambientes y exploran en la sensibilidad de los personajes con intuiciones asombrosas". Elena Catena  ( Introducción a  Doña Inés)

El autor


José Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo Azorín (Monóvar, 8 de junio de 1873-Madrid, 2 de marzo de 1967), fue un escritor y periodista español, perteneciente a la generación del 98, que cultivó todos los géneros literarios: la novela, el ensayo, la crónica periodística y la crítica literaria y, en menor medida, el teatro.
Su vida fue tranquila y metódica. Protagonizó ligeras incursiones en la política y fue varias veces diputado entre 1907 y 1919 y, brevemente, subsecretario de Instrucción Pública. Durante algún tiempo fue partidario de La Cierva, a quien defendió en la prensa y sobre quien compuso un folleto y un libro.
Destacó también por ser un viajero extraordinario por España; en cambio, viajó muy poco al extranjero; durante la primera Guerra Mundial estuvo en Francia y luego, desde 1936 residió en París. En 1924 fue elegido por la Real Academia Española pero posteriormente dejó de asistir a sus sesiones.
En los últimos años vivió muy recluido en sus lecturas y paseos solitarios, animados por una tardía y vivísima afición al cine, del que se convirtió en incansable espectador y comentador.
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