El arte de amargarse la vida de Paul Watzlawick

El arte de amargarse la vida, best seller perenne desde su primera publicación en 1983, supuso el reconocimiento internacional de Paul Watzlawick, una de las figuras clave de la psicología del siglo XX. Es posible que el lector encuentre en esta parodia de la autoayuda algo de sí mismo, su propio estilo de convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desmesurado; al mismo tiempo, la obra proporcionará al terapeuta un valioso material.


«Ya es hora de acabar con los milenarios cuentos que presentan la felicidad, la dicha, la buena fortuna como objetivos deseables. Demasiado tiempo han tratado de convencernos de que la búsqueda de felicidad nos deparará la felicidad. […] Nuestro mundo, anegado por las recetas para lograr[la], no puede esperar más a que le echemos un cable. […] El Estado necesita que el desamparo y la desdicha de la población aumenten constantemente, y esta tarea no puede confiarse a la buena intención de ciudadanos aficionados. […] Llevar una vida amargada lo puede hacer cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, y no basta con experimentar un par de contratiempos. […] El presente libro pretende hacer una pequeña aportación, consciente y responsable, para evitar esta catástrofe.»
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La crítica.
«Uno de los principales autores de la teoría de la comunicación y de la psicoterapia y uno de los más grandes científicos.»  (El Mundo)

«Watzlawick es, en fin, experto en mostrarnos cómo infligir malestar en nuestra vida cotidiana (...) Su libro ofrece una inteligente y divertida panorámica de las fragilidades humanas. » ( www.vidasencilla.es)

El autor.

Paul Watzlawick (1921-2007), psicólogo y filósofo estadounidense de origen austriaco, es una de las figuras clave en el desarrollo de la Teoría de la comunicación humana y del constructivismo, así como una referencia en el campo de la terapia familiar y sistémica. Doctorado por la Universidad de Venecia, tras su paso por el Instituto C.G. Jung en Zúrich y la Universidad de El Salvador, fijó definitivamente su residencia en EE. UU., donde colaboró en el Mental Research Institute de Palo Alto y fue profesor en la Universidad de Stanford.
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