El Príncipe de Maquiavelo
El príncipe ha sido una obra decisiva para la historia de las ideas políticas, inaugurando la Edad Moderna, como fruto representativo de aquella época que llamamos Renacimiento y que quiso ser aurora. Aunque ha sido estigmatizado como libro maldito por excelencia, lo cierto es que cambió radicalmente la visión del hombre y de la vida pública. Desde entonces, el primero aparece como sujeto de la historia, capaz de modificarla y de construir un futuro a su medida, y la segunda se presenta como un conjunto de hechos y de relaciones, producto de la acción humana, como tal productor y objetivable y susceptible de un estudio científico que permita controlar adecuadamente su desarrollo.
Un nuevo concepto, el de Estado, plasmará de aquí en adelante esa objetivación de la vida colectiva, y una nueva ciencia, la política, se encargará de su análisis, convirtiéndose en auxiliar imprescindible de la acción, iluminándola y aumentando su eficacia, rescatándola de las fantasías, de la improvisación y la arbitrariedad.
Esta ciencia política proclama su independencia de todas las obras disciplinas, incluida la moral, y, en manos de Maquiavelo, no quiere limitarse a ser análisis paciente de los hechos, sino que aspira a constituirse en efectiva herramienta de futuro.
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El príncipe, un escrito apasionado a la vez que reflexivo de un político preocupado por sí mismo, que basa su eficacia en la fuerza científica.
La política como ciencia de los hechos tal como son en realidad.
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El autor:
Diplomático, filósofo y teórico político italiano nacido en Florencia el 3 de mayo de 1469 y fallecido en la misma ciudad el 21 de junio de 1527. Estuvo al servicio de la República de Florencia, siendo un importante funcionario y diplomático al que se le encomendaron diversas misiones diplomáticas en Roma, Francia y Alemania. Tras la vuelta de los Médici a Florencia y el fin de la República, fue despedido de la función pública y apresado, aunque por mediación papal se le liberó, malviviendo unos años a las afueras de la ciudad dedicándose a la agricultura, la ganadería y la tala de árboles en una finca de su propiedad. Fue durante su exilio cuando escribió la mayor parte de sus obras, en especial la más importante de ellas, El Príncipe. Tras ser perdonado por los Médici pudo volver a su ciudad, donde trabajó en diversos oficios hasta que fue acusado de nuevo, muriendo en la pobreza.
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