Camino de perfección de Pío Baroja
En CAMINO DE PERFECCIÓN (1902), el protagonista, Fernando Ossorio, un joven de espíritu confuso y atormentado, cuyas experiencias vitales han estado siempre ligadas a la muerte, emprende un viaje purificador, desde Madrid hasta Levante, durante el cual intenta superar sus desequilibrios anímicos y su indolencia, orientarse hacia la voluntad y la acción y recuperar el perdido contacto con la naturaleza. En esta novela tocada de misticismo y en la que se reiteran los contrastes entre vida y muerte, entre amor divino y humano y entre religiosidad y energía vital, Pío Baroja (1872-1956) trazó, en la línea de las inquietudes regeneracionistas de los escritores más beligerantes de la época, una visión crítica de la realidad española, tanto de las clases madrileñas acomodadas como del mundo rural.
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La crítica
“El mejor Baroja está en esta novela con la que comienza la narrativa española del siglo XX” José Luis García Martín (En: El Cultural)
“Pío Baroja consigue elaborar un nuevo estilo literario que combina componentes considerados de moda con otros que se consideran originariamente españoles” Benito Gómez Madrid (En:. Castilla. Estudios de Literatura)
Camino de perfección, publicada en 1902 y que es, a juicio unánime de la crítica, una de las obras maestras de Baroja; Jesús M. Lasagabaster
El autor
Pío Baroja fue uno de los grandes exponentes de la llamada Generación del 98, conocido por su producción novelística. Estudió medicina en Madrid y, tras un corto periodo como médico rural, volvió a la capital iniciando sus colaboraciones periodísticas en diarios y revistas como Germinal, Revista Nueva o Arte Joven, entre otras. La postura política de Baroja fue evolucionando de una izquierda militante a un escepticismo que no le libró de problemas con la censura franquista al reflejar la Guerra Civil en Miserias de la guerra y A la desbandada, esta última todavía sin publicar. La obra de Baroja combina tanto novela como ensayo y memorias. Debido a su postura política y opciones personales, como su reconocido ateísmo, Baroja no disfrutó de demasiados reconocimientos en vida, aunque fue miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1935.
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